miércoles, 27 de febrero de 2008

28 de febrero: en mi profesión, uno es particularmente consciente de esta fecha. Todo cambia por un día, eso sí el día anterior. Yo sería más partidario del 4 de diciembre y del espíritu de aquella gran manifestación popular, pero esto es lo que tenemos y tenemos mucho. En ciertos momentos de la vida, uno comprende el sentido que tiene hacer festivo un día para celebrar algo. Y considero que somos afortunados, que tenemos la suerte de poder festejar una identidad, una historia, una cultura compartidas, sin vernos castigados por un centralismo opresivo, así como sin la angustia que a algunos les produce la infinita sed de secesionismo y autogobierno, la excesiva conciencia de país. Nunca comprendí los nacionalismos, nunca he logrado entender qué clase de mecanismo provoca que, a estas alturas de la Historia, uno prefiera mirar hacia dentro, incluso cerrar los ojos y perder de vista a nuestro entorno más cercano, ese que nos ha eliminado las fronteras dentro de la Unión Europea. Sin embargo, tengo que reconocer que siempre me he sentido como andaluz y como europeo más cómodo, que como español. Será, probablemente, mi propia educación sentimental la responsable, una responsabilidad que queda muy diluida y distribuida en muchas voces, páginas e imágenes. Mañana será el día de Andalucía y yo les recomiendo, simplemente, alguno de los discos de El Cabrero.

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