jueves, 23 de junio de 2011

Viaje a Extremadura. Cuarta etapa: Cáceres - Jerez de los Caballeros - Huelva, lunes 2 de mayo.

Me despierto. Estimo que deben ser las diez de la mañana y, según parece, el día debe estar muy oscuro. Es extraño haber dormido de un tirón. Últimamente, no es lo habitual. Decido permanecer un rato más en la cama hasta que oiga algo que me indique que los demás se han levantado. No quisiera ser yo el motivo por el que se priven de un rato más de sueño. Pasa el tiempo. Empieza a resultarme raro no oír nada. A tientas, encuentro el móvil y me llevo una sorpresita. Son las 3:57 y estoy totalmente despejado.

Agobio. Me siento desbordado, inundado más bien, por la biología. Intento ponerme a escribir. No puedo. Intento ponerme a leer. No puedo. Opto por apagar la luz y escuchar la radio. Para ello, primero tengo que resintonizar las emisoras. Me entretengo con La hora de los detectives de Si amanece, nos vamos. Escucho la primicia justo en el momento en el que empieza a difundirse: el ejército estadounidense ha matado a Bin Laden. Pasan de las seis cuando empiezo a quedarme dormido.

Abro los ojos. Escucho pasos en la escalera y hay mucha más luz (aunque tenga un cierto tono grisáceo). Ahora sí deben ser las 10 o las 11. En efecto, me levanto y, a partir de este momento, todo empieza a convertirse en viaje de vuelta. Me visto y recojo la ropa. Bajo a tomar un café. Vuelvo a subir y recojo el resto de mi equipaje: la cámara, el libro de Pamuk (que he traído para nada), el cepillo de dientes, el cargador del móvil... Salimos de Cáceres pasadas las 12 y llegamos a Jerez de los Caballeros antes de las 14.

Comemos en la casa de campo que tienen los padres de Manolo a las afueras del pueblo. Más que una casa, desde fuera, parece uno de esos pequeños hoteles rurales perdido en medio del bosque y que derrocha encanto. Tiene huerta, animales, piscina y una terraza inolvidable. El menú es una apuesta segura: magro con tomate y unos huevos fritos con prueba de chorizo. La enorme diferencia entre el vivo color de las yemas de los huevos que me dispongo a comer y la casi neutralidad de los que compro normalmente en Huelva me hacen reflexionar sobre las ventajas de vivir en en pueblo. Ya en casa de Manolo y Susana, procedemos a disfrutar del postre: una tarta de galletas con una cubierta de chocolate espeso que me parece insuperable. Sobre las 16:00, me monto en el coche y conduzco hasta Huelva sin descanso. Solamente yo conozco el motivo de tanta prisa y la verdad es que no lo voy a contar.

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