Las conversaciones sobre
la muerte del libro tradicional a manos de los ebooks y los ereaders
me recuerdan a aquellas que mantenía en la infancia acerca de los
cambios que nos traería el futuro en la vida cotidiana. Muy típico
era imaginar que en el año 2000 veríamos volar los coches, pero
parece que llevamos doce años de retraso y, probablemente,
acumularemos muchos más. El futuro ya no es lo que era, decía mi
amigo Dani en tono de broma, no sé si consciente de que su frase
resume a la perfección la innegable distancia que existe entre lo
que imaginamos por anticipación del porvenir y las realidades que
nos acabamos encontrando ¿Estamos seguros de que el formato papel
está en riesgo? A la espera de que se publiquen los datos de 2011,
las conclusiones del Estudio de Comercio Interior del Libro en España
no son claras. El titular puede adivinarlo cualquiera: las ventas de
libros caen un 7% pero crecen en formato digital. Con todo, la
facturación alcanzó los 2890 millones de euros. En cambio, la
recaudación obtenida de la venta de libros en formato digital llegó
a los 70,50 millones de euros, lo que supone un crecimiento del 37%
con respecto al año anterior. Entrando un poco más en detalle, este
crecimiento no parece el esperado cuando llevamos ya varios años
escuchando que el ereader va a ser el regalo estrella de las
Navidades, la oferta de títulos se incrementó en el mismo año en
un 141% y, lo más importante en los tiempos en que vivimos, los
beneficios obtenidos a partir de la venta de títulos digitales
representan tan solo un 2,4% del total. No parece que la muerte del
formato papel sea, por tanto, un hecho tan claro en estos momentos.
Si, en plena crisis económica y en general social, un formato tan
aparentemente económico, cuyas ventajas en lo que se refiere al
espacio son tan evidentes y que cuenta a su favor con el factor moda
no ha sido capaz de hundir de forma más eficaz el mercado editorial
tradicional, es porque las noticias sobre la muerte del libro tal y
como lo conocemos estaban siendo muy exageradas. Como en todo
fenómeno de transformación cultural, gran parte de la evolución de
las tendencias deben su éxito no solo a la bondad de los cambios,
sino también al grado de acierto o error con el que se toman las
decisiones empresariales. El celo excesivo por monopolizar sectores
del mercado lleva con frecuencia a la autolimitación de los
beneficios, aunque a corto plazo pueda parecer lo contrario. Son
muchos los aspectos que podrían analizarse para dar explicaciones
sobre el extraño patrón de asentamiento que están teniendo los
ebooks en el panorama cultural. Empecemos por los soportes. Hay
muchísima gente que declara sufrir un cansancio prematuro al leer en
pantallas, especialmente, en pantallas de ordenador. Además, los
ereaders y tabletas están todavía a precios poco asequibles y el
cuidado que se debe poner en protegerlos de todo riesgo los excluye
de entornos de lectura tan placenteros como, por ejemplo, una playa.
Por otro lado, el tan alabado ahorro económico que se atribuye al
formato digital está más que sobrevalorado. En la página web de
una de las mayores cadenas de librerías nacionales, se ofrece Diario
de Invierno de Paul Auster en formato electrónico por 14,99 €.
Sin embargo, se pueden encontrar ediciones en papel por 18,90 €.
Desde luego, esta no es la mejor manera de convencer a un público
que sigue siendo reticente al cambio y que, con frecuencia, entiende
que los libros tienen una funcionalidad decorativa y sentimental
antes y después de su lectura. Después de leer un ebook, al lector
no le queda nada. Sin embargo, el libro, después de su lectura,
sigue siendo un objeto entrañable, empapado de emociones. Creo que
el debate tiene más sentido si se centra en géneros y tipos. La
literatura tardará mucho en sufrir la muerte del libro, si es que
llega a sufrirla alguna vez. Sin embargo, los libros técnicos sí
parecen estar avanzando hacia el polo de la digitalización a una
mayor velocidad. Según el Estudio ya citado, el 68,9% de los libros
vendidos en 2010 pertenecen al ámbito de la economía y el derecho.
Y detrás de este hecho está la realidad indeludible de los perfiles
de consumo. Evidentemente, no se siente tanto apego a un volumen de
Derecho Administrativo cuando se acaba de usarlo que, por poner un
ejemplo fácil, por un ejemplar de La voz a ti debida después
de una primera lectura. De momento, esta realidad no se puede
rebatir.
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