lunes, 2 de diciembre de 2013

Grandes pechos amplias caderas

Casi con toda seguridad, Grandes pechos amplias caderas es a la literatura china lo que El tambor de hojalata fue a la literatura alemana. No es ésta una conclusión excesivamente meritoria cuando se tiene en cuenta que coinciden en ambas el niño de extraño desarrollo y con oposición abierta a asumir los roles que implican el status adulto; un contexto caracterizado por el horror cotidiano y que, durante el desarrollo del relato, atraviesa conflictos bélicos y periodos de represión que tienen su correspondencia en la Historia del siglo XX; la evolución de los personajes y el entorno hacia un presente en el que queda configurada una visión concreta del país; un acercamiento en los métodos narrativos a lo que podríamos llamar realismo mágico y, por tanto, a aquellos autores que fueron encuadrados en lo que se llamó el Boom Latinoamericano; así como el hecho de haber recibido ambos escritores, Günter Grass y Mo Yan, el Premio Nobel de Literatura. No pretendo, sin embargo, que este comentario sea interpretado como una crítica maliciosa. De hecho, Grandes pechos amplias caderas es una mejores novelas que he leído últimamente y me ha gustado mucho, a pesar de sus ochocientas treinta y seis páginas, un buen puñado de las cuales prescindibles. No todo podía ser perfecto y, en cierto modo, es comprensible que los escritores se dejen guiar por sus vicios y se despachen a gusto. Sobre todo, cuando tenemos en cuenta que, en lo que al sentir general se refiere, no se suele considerar a un escritor como grande hasta que no escribe una novela y, desde luego, una vez lo hace, no conseguirá mantener su status mientras no escriba uno de esos tomos que se venden al peso y que dan al lector medio la seguridad de estar leyendo algo importante. Bromas aparte, me ha gustado tanto esta novela que, ya en la página ochenta y siete, cuando termina el primer capítulo, comprendí que no estaba perdiendo el tiempo y que tenía entre manos uno de esos libros que son, cuando menos, recomendables. No es fácil resumir o dar un esbozo de lo que la novela es en sí. No porque no pueda escribir una serie de frases generales sino, más bien, porque siento constantemente que me estoy olvidando de algo. Está claro que se trata de la historia de una familia durante, prácticamente, todo el siglo XX. Shangguan Lu, mujer de pies vendados y obligada a casarse con un hombre estéril, tendrá ocho hijas y un único hijo varón, el último. La historia de cada uno de ellos, de sus vidas, amores, bodas, problemas, hijos, muertes, es lo que compone el relato, a la vez que los diferentes escenarios donde se desarrolla que, casi invariablemente, se centran en el pueblo de Gaomi del Noreste. Dentro de este núcleo de personajes, hay dos que son claramente protagonistas: por un lado, está la madre, sufridora, trabajadora y gran heroína que hará posible, en la medida de lo que sus fuerzas le permiten, la supervivencia de su descendencia; y, por otro lado, está Shagguan Jintong, el único hijo varón, voz narradora de la historia y poseedor de una característica que le hace distinto, único: su incapacidad de alimentarse de otra cosa que no sea la leche materna hasta bien entrada la adolescencia y la juventud, y la consiguiente obsesión por los pechos femeninos que desarrolla siendo solo un bebé y que conservará durante toda su vida. Mientras la biografía de los personajes crece, se amplía, se entrelaza, asistimos al vertiginoso viaje de la historia de China en el siglo pasado. La caída de la Dinastía Quing, la república dictatorial de Yuan Shikai, la guerra contra los japoneses, la guerra civil, el nacimiento de la República Popular, la Revolución Cultural y la transición que lleva hacia ese régimen económico al que ha derivado China y que algunos llaman Capitalismo de Estado. De hecho, la foto social que nos ofrece el libro en sus últimas páginas no resulta tan ajena al modo de vida occidental que conocemos. Más allá del trasfondo histórico y, sin menospreciar ninguna de las formas en que se ramifica el entramado argumental de la obra, Grandes pechos amplias caderas acaba definiéndose como la búsqueda de la comprensión, el amparo y el respeto que necesita la conciencia diferente e inadapatada y que, en una sociedad sin escrúpulos, solo podrá encontrar en un semejante, es decir, en otro ser distinto y que no forma parte de la masa poblacional homogeneizada. Al menos, esa es la sensación que me deja el libro tras leer el desenlace final, si es que se puede llamar así. En definitiva, si lo que se espera de esta columna es una conclusión, después de haber leído únicamente este libro, mi impresión es que el Premio Nobel de Literatura 2012 está entregado a un narrador que lo merece. Si cambio de opinión, prometo hacerlo saber.

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